Historia

Los orígenes

El origen de los gigantes en la cultura europea se remonta a la Edad Medía. En el caso de España, su procedencia está relacionada con el uso litúrgico de estas figuras, principalmente en procesiones como la del Corpus. También en esta época surgen las tarascas (dragones) y otras muchas figuras que simbolizaban representaciones alegóricas de males, virtudes, razas o territorios, y cuya función era representar visualmente doctrinas cristianas.

La primera referencia documentada de la existencia de gigantes en Pamplona data del año 1600, en una libranza que recoge el pago de 3 ducados y 40 reales a Miguel de Lizaso (o Burlada, según el documento) y nueve porteadores más, todos vecinos de Pamplona, por llevar los gigantes en la festividad de San Roque. Pasacalles que tuvo lugar un caluroso día de agosto en el que fue inaugurada su nueva ermita en la Taconera, acompañados de la música de dos juglares.

Al año siguiente, el consistorio pagará a Joanes de Larrainzar, siete compañeros y tres juglares por “regocijar” la procesión y día de San Fermín el 7 de julio de 1601. Días antes, en la procesión del Corpus, se les encargó similar trabajo.

A partir de esta fecha, serán numerosas las libranzas de pagos a porteadores por llevar las figuras, y a artesanos por efectuar arreglos en ellas. Estos porteadores a veces eran labradores, danzantes o incluso maestros de danzas, como queda documentado en el caso de Joanes de Larrainzar. En aquellos años se encargaban los trabajos de restauración a los mejores artesanos, como cuando se encargó en 1606 a Pedro de Mutiloa, autor del retablo de Sangüesa, el pintado de los gigantes.

A lo largo de todo el siglo XVI, son numerosas las referencias a los gigantes del ayuntamiento y a los gigantes de la catedral, aunque es complicado saber cuántas figuras formaban cada comparsa y cuándo fueron construidas. Está documentado en 1622 el pago al carpintero Joan de Terrobas por arreglar cuatro gigantes del ayuntamiento, que fueron bailados ese mismo año por Joanes de Azcona y seis compañeros más. Años más tarde se hará referencia en otra libranza a “… los ocho gigantes que suelen salir para la fiesta del Señor San Fermín”.

En el caso de la catedral, sabemos que su comparsa estaba compuesta por seis figuras gracias a un pleito de 1627 en relación a la confección de nuevos trajes, por el cual también sabemos que vestían “ropilla, faldillas y camisones largos” y que iban acompañados por un “caballito, cuyo jinete vestía jubón”.

Jacinto de Aguilar y Prado, visitante de la ciudad en los Sanfermines de 1628, hizo una descripción de cuanto vio en Vísperas, haciendo referencia a los gigantes: “También hubo un poquito de gigantes, porque ya pareces que faltaba grandeza a la fiesta si la de estas antiguallas no la acreditaba”. De esta frase obtenemos dos interesantes conclusiones: la presencia de gigantes era sinónimo de relevancia y engrandecía los actos festivos; y al considerarse antiguallas a los gigantes en 1628, quiere decir que la tradición de sacar estas figuras ya era muy anterior.

Como ya hemos visto, las comparsas no estaban únicamente formadas por gigantes. En estos más de 400 años de referencias documentales se encuentran citadas gigantillas y bocaparteras, que equivaldrían a los actuales cabezudos, y también caballicos, zaldikos (que también son caballos) y kilikis.

Gigantes del ayuntamiento

Durante el siglo XVII los gigantes sufrieron numerosas reparaciones. El consistorio encargó en 1640 a Gaspar de Ramos, escultor y pintor, la realización de 5 nuevas cabezas de gigantes del total de 8 figuras que conformaban la comparsa. Años más tarde, su hijo Juan Andrés recibió el encargo de realizar 4 nuevas cabezas debido al incendio que había sufrido el local donde se almacenaban. La consecución de daños y otros incendios, llevó al ayuntamiento a encargar en 1657 al tolosano Francisco de Azpillaga, la creación de nuevas cabezas.

En las misivas intercambiadas entre el artesano y el consistorio queda claro que los gigantes de Pamplona tenían las cabezas muy grandes. Según Francisco excesivamente grandes puesto que, para realizar un gigante proporcionado en relación a dicha cabeza, el cuerpo debería medir más de diez varas de alto, lo que a su juicio haría imposible no solo bailarlos, sino también portearlos. Por este motivo sugiere reducir su tamaño a la mitad y enviarles dos de prueba junto con unos trajes, para ver si les agrada el trabajo antes de realizar todas las figuras. El ayuntamiento recibió estas nuevas propuestas y, estando encantados, confirmaron el encargo de 8 gigantes y dos gigantillas (cabezudos).

Estas nuevas figuras debieron de resultar de gran agrado en la ciudad. Prueba de ello es cómo en 1666 debido a la suspensión de los actos festivos por la muerte de Felipe IV, por la que se dejaron de celebrar las corridas de toros y los bailes, en cambio sí que desfilaron los gigantes en respeto por el luto del rey.

Hasta finales del siglo XVIII, son múltiples las referencias a nuevos trajes, nuevos ornamentos y reparaciones de las figuras. Sombreros, pelucas, escarapelas, turbantes, coronas, pendientes, centros y toisones, son solo algunos de los elementos descritos que fueron cambiados, plateados, empolvados, o remendados. De lo que no hay duda, gracias a esta información, es que la comparsa estuvo compuesta por 8 figuras; que los gigantes representaban a diferentes razas (por la relación de coronas, sombreros y turbantes que encontramos en los textos históricos), y que seguramente habría 4 figuras femeninas (por las referencias a los cuatro pares de pendientes).

La prohibición

El 21 de julio de 1780, Carlos III, rey de España, firma la Real Cédula en la que se prohíbe la participación festiva de estas figuras dentro de las procesiones y actos religiosos, debido a “la falta de decoro y situaciones irreverentes que dan en sus salidas”. Este hecho supone la decadencia y, en muchos casos, la total desaparición de gigantes y cabezudos por todo el país.

En el caso de Pamplona, las figuras de la comparsa del ayuntamiento (8 gigantes y 2 cabezudos) fueron abandonadas y desaparecieron sin dejar rastro. En cambio, las de la catedral, se almacenaron y consiguieron sobrevivir varias décadas en el olvido.

Gigantes de la catedral

La seo pamplonesa tenía gigantes desde muy antiguo. De forma documentada al menos desde el siglo XVIII. Pero, sin duda, existirían desde mucho tiempo antes, ya que era costumbre su presencia en las catedrales españolas debido al origen litúrgico de estas figuras.

Fue en 1813, tras 33 años de ostracismo con motivo de la prohibición de Carlos III, cuando debido a la liberación de Pamplona de la ocupación de las tropas francesas de Napoleón por el ejército español, un carpintero que se encontraba poniendo luminarias en la catedral para tan importante celebración se topó de casualidad con los gigantes y bailó uno de ellos en el atrio. Este hecho causó gran asombro a las gentes que habían oído hablar de estas figuras a sus ancestros pero que jamás las habían visto. Como fue el caso de Luis Serafín López de Urrelo, secretario del ayuntamiento, que dejó constancia escrita de este acontecimiento.

Durante los siguientes años, el ayuntamiento solicitó de forma regular los 6 gigantes de la catedral al cabildo, quien los cedía a cambio de que el consistorio costease los gastos de sus porteadores, músicos y diferentes arreglos. En 1818 se hizo una primera puesta a punto generalizada de la comparsa.

Respecto al aspecto de estos gigantes existe poca información. En 1835 un inglés que visitó los Sanfermines escribió al respecto: “El rey y la reina de los moros, con sus caras negras, largas narices y labios gruesos; un turco y una turca, que llevan turbantes en la cabeza y faja verde, y cuyas narices daba a su fisionomía un aspecto muy irascible. Los otros dos se asemejan a Gog y Magog, tal como están representados en el Ayuntamiento de Londres”. También recoge la presencia de un cabezudo/kiliki: “Para abrirles camino trota delante de ellos un hombre, con una gran cabeza de cartón y una varita de la que penden un par de botanas hinchadas, con las que pega a todo el que se le pone delante”. Este autor cita que los gigantes bailan al son de la música en el atrio de la catedral en el día de San Fermín.

En 1839 el cabildo escribe una carta al ayuntamiento ofreciéndoles los gigantes de forma permanente y gratuita, ya que la catedral no los utilizaba desde hacía 60 años. El consistorio aceptó enseguida el ofrecimiento y pasó en ese momento a ser su propietario. Por lo que la antigua comparsa de la catedral, pasó a ser la comparsa municipal.

Los gigantes actuales

La comparsa cedida por el cabildo al ayuntamiento 20 años atrás, se encontraba en muy mal estado. Por este motivo, el 31 de marzo de 1860, el artesano pamplonés Tadeo Amorena escribe al ayuntamiento ofreciéndose a realizar uno o dos gigantes únicamente a coste de los materiales a emplear. En su misiva refleja las características de estas nuevas figuras: deberán ser ligeras (no más de 80 libras de peso), de fácil maniobrabilidad para sus porteadores (para evitar las caídas que se dan en todas las salidas), de armazón sólido a pesar de su sencillez, de porte noble y de proporciones escultóricas, cuyos personajes podrán representar “las cuatro partes del mundo”: Europa, Asia, África y América.

El ayuntamiento aceptó el ofrecimiento y cuando recibió las dos figuras, quedó tan satisfecho, que pagó 1.000 reales de vellón más de lo que había solicitado Tadeo. Además, le encargó las otras seis figuras. Se estima por las fechas de las cartas que debió hacerlas en dos meses, ya que esos Sanfermines los 8 nuevos gigantes, que son los que forman actualmente nuestra comparsa, desfilaron por las calles de la ciudad. Amorena también construyó seguramente dos kilikis: Barbas y Coletas. No hay documento escrito que lo atestigüe, pero por su fisionomía parece ser bastante probable.

Aunque en la actualidad lo habitual es que los gigantes representen a personas concretas, el origen de los gigantes de Pamplona está en la antigua utilización con fines litúrgicos que se hacía de sus predecesores catedralicios, donde simbolizaban alegorías de diferentes tierras o culturas:  Europa, Asia (Turquía) y África (Magreb).

Los antiguos 6 gigantes y 2 cabezudos de la catedral que fueron cedidos al ayuntamiento en 1839, sabemos que fueron posteriormente regalados por el ayuntamiento a Tadeo Amorena y este los puso a la venta, como queda documentado en el Boletín Oficial de la Provincia de Navarra de 18 de julio de 1860. No hay constancia de que las figuras fuesen vendidas ni de cuál fue su paradero. Ese anuncio es el último recuerdo que queda de ellos.

Con intención de aumentar la comparsa, en 1890 el ayuntamiento encargó a Félix Flores de Pamplona la construcción de los actuales 5 cabezudos. En 1912 a Benito Escaler de Barcelona los kilikis Patata, Napoleón y dos zaldikos. En 1941 al taller Porta-Coeli de Valencia la construcción de los kilikis Caravinagre, Verrugas y dos zaldikos más. De los otros dos zaldikos restantes, cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, se desconoce año de construcción y autor, aunque se considera probable que fueran construidos por el propio Tadeo Amorena.

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